Respecto a la salvación del
euro, necesitaba dos sucesos: una decisión política que pusiera fin a las
especulaciones sobre su futuro y un instrumento financiero que hiciera creíble
esa promesa. En 2012, los líderes europeos hicieron las dos cosas, por un lado,
Angela Merkel aceptó iniciar el camino hacia una unión bancaria, y por el otro,
el presidente del BCE (Banco Central Europeo) logró la autorización para
comprar en los mercados cuanta deuda fuera necesaria para salvar el euro.
Según los datos de los
eurobarómetros (serie de encuestas llevadas a cabo de forma periódica por la
comisión europea cuya función es analizar y sintetizar la opinión pública sobre
diversos temas que tienen que ver con la Unión Europea) la confianza en la
unión europea en el periodo que llevamos de crisis económica, incluso en los países
mas “europeístas”. La desconfianza en 2007, antes de que comenzara la crisis,
era 42 puntos, es decir, el 65% de los españoles confiaba plenamente en la Unión Europea, sin
embargo en la última encuesta realizada esta cifra se ha transformado en una
desconfianza neta de 52 puntos (72% desconfía frente al 20% que sigue
confiando). Este trayecto desde los 42 puntos de confianza a los 52
puntos de desconfianza obliga a una reflexión en profundidad, especialmente en
un país tradicionalmente tan europeísta como España. Pero a tenor de los datos
del gráfico adjunto, donde se muestra que el fenómeno se extiende a todos los
países de la Unión Europea, la reflexión la deberemos hacer de forma colectiva. También se puede observar
el descenso de la confianza de los ciudadanos, aunque a pesar del descenso de
la confianza, en Malta y Estonia la mayoría de los ciudadanos se sienten
seguros.
Algunas de las preguntas de la
encuesta eran que si les gustaba la actual UE, si responde a sus expectativas,
si la política económica era adecuada… la mayoría de los europeos respondieron
invariablemente que NO. Sin embargo si se pregunta sobre si les gustaría salir
de la UE o salir del euro la respuesta es nunca, lo que hace pensar que se
sienten más seguros, aunque no confíen, en la Unión europea.
Eso es lo que
estamos viviendo ahora. Por un lado, aunque las políticas de austeridad pueden
estar teniendo éxito a la hora de controlar los déficits (no así para reducir
la deuda), no producen crecimiento ni empleo por lo que no consiguen generar el
apoyo ciudadano que necesitan para sustentarse. En junio de 2014, dentro de
poco más de un año, Europa llamará a sus ciudadanos a las urnas. Si para
entonces no se ha restaurado la confianza de los ciudadanos en la UE, la
sorpresa puede ser bastante desagradable. Salvar al euro era imprescindible,
pero el euro es un medio, no un fin, el fin son los ciudadanos: un euro sin
ellos no tiene mucho sentido.